Hace tiempo que se viene hablando sobre la evolución que la publicidad está sufriendo. Internet vino a poner patas arriba a los medios de comunicación como soportes publicitarios, pero también le dio una vuelta de campana a la forma de hacer publicidad.
La publicidad tradicional, la de siempre, es una forma intrusiva que el ciudadano no quiere porque interrumpe lo que el usuario quiere ver, leer o escuchar. La televisión, el ordenador, el móvil o la tablet, incluso la prensa y la radio, son ventanas por las que las marcas se asoman a sus clientes estorbándoles entre el contenido que sí quieren recibir.
¿De verdad creemos que las marcas están sabiéndose adaptar a las nuevas audiencias? Y no me refiero a Coca-Cola, ni a Procter & Gamble, me refiero a las marcas locales, a las marcas de empresas de servicios, de pequeñas y medianas empresas o, incluso, las empresas fabricantes que dejan su marca, a veces, en ningunas manos.
El consumidor elige lo que quiere ver, cuando lo quiere ver y, si es medianamente avanzado, se lo baja de Internet para verlo sin publicidad. Y es que esto no consiste solo en tener audiencia, sino en que te quieran y te elijan.
La nueva publicidad es poder mantener una conversación con tu público, es generar un contenido por el que, incluso, estarían dispuestos a pagar. La nueva publicidad son excelentes ideas materializadas también en formas muy alejadas de la comunicación, como hacer saltar a alguien desde la estratosfera.
La nueva publicidad no es publicidad, son ideas que podrían suponer, incluso, nuevas líneas de negocio para el anunciante.
Fernando Caride, director creativo Ejecutivo