Sí, soy creativo publicitario. A partir de aquí saca tus propias conclusiones: artistilla frustrado, hipster artificioso, esbirro del capitalismo, hijo de Satanás… pero te aseguro que en el fondo de tanta maldad, aún podrás verme algo bueno.
Te propongo que salgas a dar un paseo por tu ciudad, por tu barrio. Da igual que sea corto o largo, porque te aseguro que enseguida te toparás de bruces con mi trabajo: una parada de autobús (o el propio autobús), el cartel que han colocado en la panadería, la fachada de esa tienda que tanto te gusta o el flashmob que te sorprende en la plaza mayor…
Y es que, digan lo que digan los agoreros, la calle sigue siendo el medio publicitario más directo y con más futuro pero, sobre todo, el que exige un mayor grado de responsabilidad por parte de creativos y clientes.
La publicidad en la calle forma parte del paisaje urbano como los bancos del parque, las farolas, la fachada del museo de arte contemporáneo o el busto del héroe local y, por tanto, contribuye a la belleza o a la fealdad de nuestras ciudades.
¿Os imagináis cómo serían sin tipejos como yo haciendo este trabajo? Por lo menos a mí me molesta mucho pasear por la calle y encontrarme con un cartel feo, mal hecho, poco profesional. ¿Qué van a pensar los turistas de mí y de mi ciudad?
Estoy convencido de que tengo la responsabilidad y el deber de hacer que estos elementos gusten, que sean vendedores, por supuesto, pero que vendan bonito, haciendo que las personas sonrían, sueñen o se emocionen.
Creo en esto. Así planteo mi trabajo y así me gusta transmitírselo a mis clientes, porque juntos contribuimos a que la imagen de la ciudad sea un poco más bonita y, como a todos nos gusta vivir en una ciudad bonita, espero que ahora me mires un poquito menos mal.
Juanma Soriano, hijo de Satanás
Foto: www.grafikerler.org